Entrevista: Legado milenario de Tiwanaku en Bolivia moldea la historia precolombina de los Andes

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LA PAZ, 2 sep (Xinhua) — La cultura precolombina de Tiwanaku, establecida en el altiplano andino con epicentro en las riberas del lago Titicaca en la actual Bolivia, es considerada como uno de los hitos más relevantes de la arqueología y la historia mundial, tanto por su legado cultural como por la influencia que ejerció sobre otras sociedades de América del Sur. “El estudio de Tiwanaku resulta esencial para comprender el desarrollo histórico y cultural de los Andes”, señaló el director general ejecutivo del Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y Administración de Tiwanaku (CIAAAT), Gonzalo Julio Choque Condori, en entrevista con Xinhua. Para el también investigador, Tiwanaku no fue solo una sociedad local, sino “parte fundamental de una cultura precolombina de gran relevancia global, destacando por su longevidad, su tecnología agrícola y su organización social y religiosa”. “Este sitio tiene una importancia amplia y trascendental. Más allá de la monumentalidad, la precisión de los trabajos arquitectónicos y escultóricos de la cultura tiwanakota es impresionante”, afirmó Choque Condori, al subrayar que el sitio arqueológico es ineludible para cualquier investigador. Choque Condori comentó que los vestigios de templos y edificios de piedra que aún se conservan son prueba del esplendor de esta cultura, cuyos orígenes y declive hacia el año 1.200 d.C. aún son motivo de debate. Para el director del CIAAAT, la huella de esta civilización se proyecta en culturas posteriores, desde pueblos andinos como el Aymara hasta el imperio Inca. “Tiwanaku fue un imperio poderoso con agricultura avanzada, arquitectura monumental, escultura refinada y cerámica sofisticada. Su influencia se extendió por territorios que hoy corresponden a Bolivia, Perú, Chile y el norte de Argentina”, explicó el entrevistado, quien la define como “la cultura madre del mundo andino”. En comparación con otras sociedades precolombinas como Chavín o Mochica, Tiwanaku destacó por la planificación urbana y la capacidad de integrar arquitectura, astronomía y agricultura en un sistema coherente. Este modelo fue heredado y perfeccionado por los Incas, que incorporaron técnicas de construcción, simbolismo artístico y planificación económica. El conjunto arqueológico de Tiwanaku fue declarado en el 2000 como Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Sobresalen allí construcciones y monolitos como la Puerta del Sol, el Templete Semisubterráneo, la pirámide de Akapana, el templo de Kalasasaya, el complejo de Puma Punku y estelas como las de los monolitos Fraile, Ponce y Bennett. En cuanto al monolito Bennett, el experto destacó su dimensión y perfección con 7,70 metros de alto y unas 20 toneladas de peso, “tallado en un único bloque de piedra”, lo que ejemplifica “la precisión y sofisticación de la ingeniería”. Tallado en arenisca roja, el monolito representa una figura antropomorfa posiblemente femenina, luego de ser redescubierto en 1932 por el arqueólogo estadounidense Wendell C. Bennett y conservarse en el Museo Lítico de Tiwanaku. Pero más allá de la monumentalidad, Tiwanaku fue una sociedad compleja, según el directivo del CIAAAT, al poseer una organización y poder que se sostuvo en un avanzado sistema agrícola de canales o “suka kollus” para controlar el agua y proteger los cultivos de las heladas. Este sistema aseguraba la subsistencia en el hostil altiplano, en un contexto en que el lago Titicaca y su red de ríos potenciaron la productividad y facilitaron el intercambio regional. La llama, animal emblemático, fue también clave como medio de transporte, fuente de fibra, instrumento ritual y alimento. Hallazgos de loros amazónicos y restos marinos evidencian además un contacto amplio con regiones distantes, prueba de que Tiwanaku funcionó como centro económico y cultural transregional, en una sociedad organizada de forma jerárquica y marcada por rituales religiosos. “Grandes ceremonias congregaban a multitudes con líderes adornados con oro, plata y collares rituales”, recordó el entrevistado. En medicina, continuó, alcanzaron logros “notables” como trepanaciones craneanas con evidencia de cicatrización que muestra un conocimiento quirúrgico avanzado. La espiritualidad también integraba elementos externos como objetos rituales de origen amazónico, lo que revela un sincretismo religioso y cultural, en el que “la convivencia y el respeto mutuo dentro de Tiwanaku eran principios fundamentales, que pueden inspirar valores universales de armonía social”. El declive de la cultura de Tiwanaku no se debió a invasiones externas, sino a factores ambientales y sociales, según explicó Choque Condori. “Una sequía prolongada iniciada hacia 1.200 d.C. afectó la producción agrícola, provocando hambruna y migraciones masivas a regiones circundantes que luego dieron origen a los pueblos aymaras e incas”, dijo el especialista. “La desconexión hídrica de Puma Punku y la pérdida de acceso al lago Titicaca impactaron en la economía y la vida urbana”, agregó. A lo anterior se sumó la deslegitimación de la élite gobernante y la fragmentación del poder central, lo que trajo consigo que colonias enteras se independizaran y los templos fueran destruidos por sus propios habitantes como reflejo de un proceso de desintegración interna más que de conquista externa. El experto resumió que Tiwanaku dejó un legado que trasciende a Bolivia porque su arquitectura, agricultura, medicina, organización y espiritualidad ofrecen lecciones de resiliencia y adaptación frente a crisis ambientales o sociales. “El aspecto cultural y patrimonial es apolítico y no tiene fronteras. Tiwanaku nos enseña que la humanidad puede convivir en armonía, compartiendo conocimiento y respeto más allá de límites geográficos o étnicos”, aseveró. Más que un sitio arqueológico, Tiwanaku es hoy en día un epicentro cultural de relevancia global con una historia milenaria que refleja evolución social, tecnológica y espiritual.