Especial: “Doctrina Donroe”, la nueva estrategia de Estados Unidos contra América Latina y el Caribe

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BEIJING, 2 dic (Xinhua) — En medio de un amplio despliegue militar de Estados Unidos en torno a Venezuela bajo el argumento de la lucha contra el narcotráfico, altos funcionarios estadounidenses, entre ellos el jefe del Estado Mayor Conjunto, Dan Caine, y el secretario de Guerra, Pete Hegseth, han realizado frecuentes visitas al Caribe, lo que según medios estadounidenses apunta a consultas sobre nuevas operaciones militares en la región. Tomando acciones como el despliegue de tropas en el Caribe, la amenaza de nuevos aranceles y la autorización de operaciones encubiertas, el nuevo Gobierno de EE. UU. ha implementado desde su toma de posesión una serie de medidas hacia América Latina y el Caribe, buscando coaccionar y dividir a los países de la región mediante una combinación de incentivos y castigos. Esta política aplicada por la Administración Trump ha sido denominada por medios estadounidenses como la “Doctrina Donroe”, la versión de Donald Trump de la conocida “Doctrina Monroe”, que expone su intención estratégica de imponer una lógica hegemónica en el orden del hemisferio occidental. Esta tendencia, vista como un retroceso en la región, ha profundizado el despertar de los pueblos latinoamericanos y caribeños, reforzando sus aspiraciones de rechazar la hegemonía y la injerencia externa, así como de avanzar hacia una mayor autosuficiencia. EL MAYOR DESPLIEGUE NAVAL DE EE. UU. EN AMÉRICA LATINA EN DÉCADAS Recientemente, Hegseth anunció la operación “Lanza del Sur”, orientada, según dijo, a “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio”. En los últimos meses, EE. UU. ha intensificado su despliegue militar en aguas del Caribe con el pretexto de “combatir los cárteles de la droga latinoamericanos”. Los frecuentes enfrentamientos navales en los que han participado buques estadounidenses causaron más de 80 víctimas mortales. Con el arribo del grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford a aguas del Caribe, el país norteamericano ha concentrado más de 15.000 efectivos, una decena de buques y cientos de aeronaves en la zona, un despliegue que según Mark Cancian, asesor principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, siglas en inglés) es superior al de las invasiones a Panamá (1989) y Granada (1983). Analistas internacionales señalan que la magnitud del operativo excede con creces lo necesario para enfrentar a lanchas de narcotraficantes y responde a otros motivos ocultos. El primero, intentar crear caos en Venezuela. Diversos analistas y medios consideran que la actual operación estadounidense en Venezuela constituye un típico intento de cambio de régimen, disfrazado de lucha contra el narcotráfico. Washington ha ofrecido una recompensa por la captura del presidente Nicolás Maduro, ha realizado maniobras militares en aguas internacionales cercanas a Venezuela y Trump afirmó haber autorizado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, siglas en inglés) a realizar operaciones encubiertas dentro del territorio venezolano. Para Lyu Yang, investigador del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas, Trump ya intervino en Venezuela durante su primer mandato y ahora busca nuevamente presionar al Gobierno de Maduro mediante amenazas militares y sanciones económicas, envían al mismo tiempo “señal política” a la oposición. En segundo lugar, EE. UU. busca salvaguardar sus propios intereses estratégicos, especialmente energéticos. Según el diario español “La Vanguardia”, en Venezuela se encuentran las mayores reservas probadas de petróleo, y el país norteamericano busca, mediante presiones militares, reforzar su influencia para proteger el dominio del dólar y su acceso a recursos clave. En tercer lugar, el despliegue busca atemorizar a otros países latinoamericanos. Luis Ricardo Delgado, académico de la Universidad venezolana de Carabobo, considera que Washington intenta reforzar su control regional y presionar en temas comerciales y de rutas marítimas. Varios académicos latinoamericanos advierten que el discurso antidroga de la Casa Blanca sirve como pretexto para interferir, frenar la integración regional y contener la emergencia de un orden multipolar. DEL ESCUDO DE MONROE A LA ESPADA DE TRUMP “Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”, escribió Simón Bolívar, héroe nacional de Venezuela y libertador de Sudamérica, en una carta al coronel Patrick Campbell el 5 de agosto de 1829. Apenas seis años antes, en 1823, el presidente estadounidense James Monroe había expuesto la teoría de “América para los americanos”, dando origen a la “Doctrina Monroe”, un pilar de la política exterior estadounidense. Durante más de dos siglos, la nación norteamericana ha aplicado esta doctrina, considerando a América Latina su “patio trasero” y ejerciendo repetidas intervenciones con consecuencias negativas para sus pueblos. Ejemplos como el ataque a Playa Girón, destinado a derrocar al Gobierno de Fidel Castro en Cuba, la invasión a Panamá o la incursión en Granada muestran que EE. UU. ha desplegado repetidamente acciones agresivas en América Latina y el Caribe. Ignorando sus fracasos internos en la lucha contra el narcotráfico, Washington ha trasladado esa responsabilidad a los países latinoamericanos, usándola como pretexto para intervenir y saquear recursos mediante presiones económicas. Así, el espectro de la “Doctrina Monroe” sigue cerniéndose sobre el continente. La actual Administración estadounidense ha llevado esta lógica más allá, configurando lo que los medios ha llamado la “Doctrina Donroe”, la versión de Donald Trump de la Doctrina Monroe. Según los medios estadounidenses, la llamada “Doctrina Donroe” presenta tres características principales. Primero, adopta una postura más agresiva hacia los países de la región. Además del despliegue militar en el Caribe, Trump ha militarizado la frontera con México, declarado a América Latina una “extensión del territorio estadounidense”, ha renombrado el Golfo de México como “Golfo de América”, y ha declarado su intención de tomar el control del Canal de Panamá. Segundo, ha “militarizado” aún más su política comercial. Se aplicaron aranceles elevados a países como Brasil, se suspendió la ayuda a Colombia con amenazas de sanciones, ha vuelto a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, intensificando aún más el embargo contra la isla caribeña. Además, la política comercial se entrelaza con cuestiones de inmigración y lucha antidroga, convirtiendo el hemisferio occidental en un “campo de pruebas” para la coerción económica, según un artículo del CSIS. Tercero, ha aplicado estrategias para dividir a América Latina. Según Claudia Marín, del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) de Cuba, la Administración Trump clasifica a los países en aliados y adversarios, castigando a los “desobedientes” mientras apoya a los proestadounidenses, sin ocultar su lógica hegemónica. Además de Nicolás Maduro, el presidente colombiano, Gustavo Petro, ha enfrentado presiones por mantenerse firme frente al país norteamericano. Tras los cargos penales contra el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, la Administración Trump amenazó e impuso restricciones de visado a jueces brasileños, interviniendo en la independencia judicial de Brasil. Mientras que Gobiernos latinoamericanos aliados de Washington recibieron incentivos financieros y apoyo estratégico. Expertos y medios estadounidenses coinciden en que Trump ha convertido el escudo de la “Doctrina Monroe” en una espada para preservar la hegemonía estadounidense en declive. Wang Peng, del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias Sociales de China, señala que estas medidas buscan reforzar el control sobre América Latina y el Caribe frente al descenso de la influencia de EE. UU. en el hemisferio occidental. “VAN A ENCONTRAR AL JAGUAR DESPERTANDO PODEROSO” “No despierten al jaguar”, advirtió el presidente Petro el 8 de noviembre en la ciudad colombiana Santa Marta, señalando que “si el águila dorada ataca, encontrará al jaguar despertando poderoso”. La declaración del mandatario colombiano refleja la determinación de los países latinoamericanos de defender su soberanía y rechazar la hegemonía extranjera. Durante el debate general de la 80ª sesión de la Asamblea General de la ONU celebrada en septiembre de este año, varios líderes latinoamericanos alzaron sus voces en contra de la injerencia hegemónica estadounidense. Petro condenó las operaciones militares estadounidenses en el Caribe y exigió abrirse proceso penal contra los funcionarios responsables, mientras que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, advirtió sobre los errores humanitarios de intervenciones pasadas. Los pueblos de las naciones latinoamericanas también han adoptado una postura firme. En Venezuela se multiplicaron las manifestaciones contra la intimidación estadounidense y muchos ciudadanos han respondido al plan gubernamental denominado “Los Cuarteles van al Pueblo” alistándose en el Ejército o recibiendo entrenamientos y en Ecuador un referéndum rechazó el retorno de bases militares estadounidenses. La comunidad internacional también ha cuestionado estas operaciones. Durante una visita a México, el presidente francés Emmanuel Macron subrayó la necesidad de respetar la soberanía nacional de cada país en la lucha antidroga, y según medios estadounidenses, Reino Unido y Canadá comenzaron a distanciarse de las llamadas “operaciones antidrogas” del Ejército estadounidense en materia de intercambio de inteligencia. Asimismo, expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU instaron a EE. UU. a cesar ataques ilegales y amenazas de uso de la fuerza, respetar el derecho internacional y evitar la repetición de su prolongada historia de intervenciones en América Latina. En las recientes cumbres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los líderes latinoamericanos insistieron en fortalecer la integración regional frente a la injerencia externa. Cuando EE. UU. excluyó a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la IX Cumbre de las Américas, varios países rechazaron asistir al evento, enviando un mensaje conjunto contra la hegemonía estadounidense. Expertos como Diana Gómez, de la Universidad Nacional de Colombia, destacan que América Latina avanza hacia una identidad política basada en dignidad, justicia social y autonomía, construyendo una región más unida y capaz de definir su propio destino. Mientras, Luis Ricardo Delgado reafirmó que la solidaridad y autosuficiencia de los países del Sur Global se consolidan como una tendencia histórica imparable. Los analistas latinoamericanos sostienen que, con los profundos cambios en el panorama mundial y el ascenso colectivo del Sur Global, América Latina ya no es lo que era. Estados Unidos debe reconocer que la era colonial e imperial han quedado atrás hace mucho tiempo. Fin